Dale, no seas tímido!

Las noticias son buenas si vas a dar batalla pues lo quieras o no allá afuera hay una guerra, no sirve que te escondas ni que vivas rezando; cuando la muerte se alza siempre acaba encontrando. (GF)

Soy un collage de non.fiction y letras encriptadas

jueves, 29 de octubre de 2009

Sinceridad brutal

“Un buen escritor debe conocer las cosas tan de cerca como le sea posible (…) Escribir bien es escribir con sinceridad. Si un hombre inventa una historia, ésta será cierta según lo que sepa de la vida y lo consciente que sea; de modo que, cuando inventa algo, es como si fuese de verdad”

Esto lo dijo un escritor, periodista, fiestero, borracho y suicida... ah! Ernest Hemingway

miércoles, 28 de octubre de 2009

Naoko hechizada

El corazón le martillea cuando ve sus fotos. Se resfriega contra el piso esperando el celo que aún no llega. Admite aquello que le dijo una ratita ocurrente e interesada: "las lindas siempre quieren estar con los más cancheros" y piensa que en toda falacia se puede encontrar algo de cierto. Desde que supo de sus andanzas no puede dejar de seguir las huellas de ese reo, sucio pero irresistible gato.

Naoko se asume una "gatita sexy" aunque suene a aviso de rubro 59. También conoce de sobra que cuando su macho es comprensible, carece para ella del menor interés. Por eso piensa en él mientras salta de un rincón a otro del salón cómo si quisiera atrapar la imagen de su admirado que se le escapa como mercurio entre los dedos. Conmovida hasta los bigotes al saber que él viajó al mar sólo para buscar un amor quebrado, sigue atesorando las historias románticas con la ilusión de ser de alguna vez la protagonista de la propia.

Por eso, se prepara para conocerlo. Las altas medianeras le parecen rozar el cielo y no le permiten el escape. Se entretiene entonces con el entrenamiento espiritual: consulta el I Ching, el tarot y los astros. Se pinta las uñitas de colores a lo Cindy Lauper y eso le roba gran parte de su tiempo, porque manejar un pincel de una sola cerda no es tarea fácil para una gata de su edad. Ya se imaginó conversando con él, pero intenta ir más despacio, seguir el consejo de su veterinaria-psi: "si te adelantás a lo que va a pasar es porque querés controlar". Mientras tanto se ejercita trepando a extractores de aire y termotanques, también guarda en una bolsita de lentejuelas bombones Royal Canin, cuentas de plástico y bollitos de aluminio arrugado para compartir con él.

Naoko quiere torcer su destino, dar el volantazo de su vida en el amor. Espera que llegue noviembre. Su vida está por cambiar, y como un personaje de Raymond Carver, lo presiente.

domingo, 25 de octubre de 2009

Que duela



Una parte de mi
te quiere escupir la cara
Pero otra parte de mi
te quiere patear la cabeza
Y que duela, que duela
Que duela como duelen los domingos para mí

Pájaros vuelan en mi cabeza
No cesan, me pesan y dejan la nada
Esa sonrisa que abre tu puerta

no empieza, no deja
De esquivar mi cara

Una parte de mí­ te quiere dar un beso eso
pero otra parte de mí
­te quiere llevar a la cama
Y que duela, que duela
Que duela como duelen las mañanas para mí­


(Me gusta Alvi Singer)

sábado, 24 de octubre de 2009

Dorian el pavo (I)

El día que conocí al verdadero Dorian lo descubrí saliendo del baño con la nariz manchada de cocaína. Pese a que teníamos la misma edad, él había quedado congelado en el colegio secundario, un pantano de resentimiento al que los buenos y exigidos niños ingresaban limpitos para recibirse de jóvenes dirigentes de pensamiento embarrado. Pensaba que lo conocía, a veces lo veía como un cóndor volando altivo y ganando algún respeto de los espectadores. Más con el paso del tiempo observé que Dorian se asemejaba a una avestruz. Se movía gracioso entre las cosas pero escondía rápido la cabeza cuando rompía algún objeto al revolear su opaco plumaje; o era apacible y rutinario al empollar huevos robados. En otras ocasiones, se esforzaba y lograba confundirme: arrogante y bello como el pavo real; pero eso sucedía en contadas oportunidades en que sus chistes estaban desafilados y se acercaba manso. Ese día limpié con discreción su nariz, daba una imagen triste, y le pregunté por qué manchaba todo. Rápidamente estiró su cuello a lo largo del suelo, respuesta automática ante la amenaza. Desde esa noche nunca más logró emular plumas en turquesas, ocres o verdes. Su piel se plastificó. Cada vez que paso por un bazar de Once y veo los entumecidos pajaritos artificiales, me acuerdo de Dorian.

FG


En la foto: pavos reales en el parque arquelógico Tikal, Guatemala

viernes, 23 de octubre de 2009

Vox populi III



Andá, Andá. A vos te arrancaron verde...



miércoles, 21 de octubre de 2009

El último caballero es québécoise

Lo que cuento pasó en la playa nudista Zipolite, en México. Estaba desparramada en una hamaca paraguaya. Lo único que necesitaba ese día era mucho líquido y un baño. Había decidido que me largaba de ese paraíso de pelícanos y plantas carnivoras tras mi corto debut en el arte del topless playero. También había probado el mezcal y después de tres días de hablar con extranjeros, me relajé a usar un inglés vago, ya no tenía ganas de pronunciar como me había enseñado el teacher. Tenía dos grandes amigos de viaje, unos israelíes hippies con los que compartía las puestas de sol mientras, ya en traje de baño, nos reíamos de los nudistas que bamboleaban sus joyas sobre la arena en una pasarela imaginaria.
Una de esas noches noche tomé unos mojitos desafiando mi lábil resistencia alcohólica. El umbral de tolerancia, como siempre fue bajo, y terminé sintiendo el aliento (a esas horas pestilente) de un ex soldado de Eretz a la luz de la luna. Tenía que huír, tenía un novio en Buenos Aires que supuestamente respetaba nuestro pacto de fidelidad. Y yo, por supuesto, cumplía mi palabra. A mitad de la noche vomité, pero el baño quedaba a unos cuantos escalones de distancia. En una de mis carreras al inodoro dejé mi rastro líquido en el pasillo.

Era un hotel barato pero la vista panorámica regalaba un mar demasiado verde. A la mañana me dí cuenta que había perdido un teléfono celular que me servía como despertador. El pollo y el mole hacían un maremoto en mi estómago y lo único que podía era reposar como una iguana mirando a lo lejos figuras desnudas y aves cazando sus presas de un picotazo entre las olas.

Las personas que me veían descansando me saludaban con actitud de vacaciones. Un recién llegado, tenía 50 o 60 años y me dijo Hola con un acento raro. Llevaba una guitarra, estaba bronceado, de pelo blanquecino, y se acercó hasta mi aduana de tela. Me contó que era "quebecoise" y sostenía que en un país extranjero se debía de hablar la lengua local. Por eso se esmeraba con un español que sonaba a italiano. Había bajado desde el norte en su camioneta, se había espantado en Tijuana y ahora acampaba allí. Usaba bermudas y hacía un gesto muy canadiense con la boca cada vez que algo parecía exagerado. Le conté de mi partida inminente, los mojitos y el estómago rebelado. Él me dijo que le hacía acordar a su hija, se había divorciado después de 20 años, era arquitecto y trabajaba a distancia, por eso emprendió viaje sin fecha de vuelta. Me contaba sobre construcciones y ecología, pero yo me tenía que conseguir un taxi hacia la terminal de buses. Así fue que él, que tenía la misma edad de mi padre y quería seguir la charla, se ofreció llevarme por las sinuosas rutas de Oaxaca.

Usando el instinto de la buena viajera, acepté sin cierto miedo de ser una chica-sola-lejos-de-casa y con poca energía para la autodefensa causada por la resaca. Arriba de su camioneta hablamos de las bondades de los canadienses hasta que confesó: yo era la primera mujer con la que compartía su travesía. En ese momento la curva por la que íbamos se me hizo eterna y peligrosa. No sé para qué, pero verifiqué si la puerta tenía seguro, aunque saltar no era posibilidad de seguir con vida. Era un viaje largo y se hacía de noche (él temía volver sin luces). Llegamos a la terminal, me ayudó a bajar los bolsos y me abrazó. Me clavó los ojos y me dio un beso sin lengua, delicado como un papel de arroz. Me despedí así del caballero canadiense que me regaló la obscenidad más tierna del viaje.

FG

lunes, 19 de octubre de 2009

Nido de golondrinas. (Blog de Gruss)

Extraído de este blog en donde diariamente leo cosas que me dan ganas de escribir.

El cabello de Ana parece un nido de golondrinas que suelta sus pequeñas ramas para que bailen al compás de la tormenta. No sería raro ver cerdos gritando en las nubes. Ana mira pero no habla. Se tapa los ojos con la palma de su mano derecha mientras con la izquierda aprieta la mía. Sus dedos están más fríos que el aire. El camino arbolado se encorvará enseguida. No lo aseguro pues no lo conozco. Pero lo presiento. A la que sí conozco es a Ana. Adivino sus disgustos y por eso digo que lloverá. Ana sonríe y yo acaricio su mano. A lo lejos el viento empieza a desarmar su cabellera. Huele a cerezas. Las olas de la brisa empiezan a hacer volar las piedras, los caballos, las astillas. Distingo el aroma de su pelo por sobre cualquier otro. Penosamente ella levanta su rostro hasta ver el cielo. De pronto siente una gota en la cara. La miro. No quiero asustarla. Siempre supe que empezaría el aguacero.

Fragmento de un texto inédito del escritor colombiano Carlos Rodríguez. El autor tiene 21 años, vive actualmente en Buenos Aires y estudia Periodismo en la UP.


La fuente es suspendelviaje.blogspot.com

domingo, 18 de octubre de 2009

El revés del tapiz

(Tejedoras en Antigua, Guatemala, enero 2009)

Ella me pide que imagine un tapiz pero visto desde abajo. Ver así, por el revés de la trama, cómo se organiza mi vida desde las entretelas.

Me muestra lo que sucede si tiro con fuerza del hilito amarillo, pongamos, que entreteje un rectánculo y dos triángulos representando mi casa, que a su vez se conecta con un hilo metálico que sostiene mi escritorio de oficina. Casi sincrónicamente se tensan unas cintas moradas que ilustran mi corazón y, por efecto global, las uniones estrujan el dibujo como un trapo rejilla. "Los problemas y soluciones están atados unos con otros como en un tapiz dado vuelta", explicita.
La idea no es que el hilo se corte por lo más finito. Y el ejercicio es que ahora mis manos torpes no estiren el tapiz hasta romperlo. Pero también advertir la peligrosidad de los dedos que parecen nobles manos trabajadoras de campo, pero que más tarde evidenciarán una clara artrosis moral.

Si, en cambio, pruebo soltar de a poco ese cordón que atraviesa la urdimbre gris de la oficina, el bollo lanudo que conforma mi deseo se distiende. Entonces los filamentos que bordan la circunferencia de mi corazón se vuelven menos toscos y se suavizan sin debilitarse.

Lo apoyo con delicadeza en el suelo y me alejo para observar mejor cómo el tapiz vivo se achata libre en el piso. Hasta puedo percibir un último suspiro que lo eleva desde el centro como una raya en la costa antes de volver al agua.

FG

sábado, 17 de octubre de 2009

Volvi al jardín



Cuando te fuiste volví al jardín
que había descuidado de tanto ir
persiguiendo el secreto que descubrí
cuando los ojos se abren, vuelve el jardín.
Esa peste que ardiste pudrió la tierra
el pasto, los frutales, las cosas buenas
el árbol de naranjas secó por siempre
no ha dejado ni una simiente


Tenía frutas preciosas, sólo por fuera
pero ni una semilla que fuera buena

Sos lo que perseguías, sos esa tierra lejana de tus cosas, sos
patria ajena
Ni bien dije a la tierra que no volvías nacieron flores nuevas todos los días
Es más, deje la casa, duermo en la tierra
bajo un árbol enorme que me da fuerza

La felicidad no fue tenerte,
la felicidad total fue perderte.

Cuando te fuiste volví al jardín

que había descuidado de tanto ir
persiguiendo la bestia que descubrí;
cuando los ojos se abren
vuelve el jardin
.



Gabo Ferro

lunes, 12 de octubre de 2009

La evolución del pan


La Cucchinotta auto-didacta mejora a fuerza de prueba y error.
Veáse, compárese y cómase.

(el gato gremlin es creación de mi TÍO)

viernes, 9 de octubre de 2009

Brasil




Todavía uso la toalla blanca con el perrito carpintero para secarme la cara. La compramos en uno de esos centros comerciales que en los 80 existían en Brasil-potencia mundial. También me habían comprado una malla naranja con moños verdes. La malla se ataba a los costados y dejaba a la vista unos tajos laterales que dejaban ver mi piel sobre las costillas puntudas. Me perdí una noche en una feria de la isla en la que tomabámos unas semanas de descanso, y esa noche no escuché el murmullo argentino que se reproducía como un pulpo por las calles. Perdida entre los adultos. Recuerdo que sorpresivamente un mulato me tomó de la mano. No me asusté. La piel de la palma de la mano izquierda suave y de color aceituna, sus dedos callosos calmaban la ansiedad, él parecía buscar a un adulto responsable aunque me mirara de reojo y yo viera una chispa en su pupila. Aunque ahora dudo. Iba feliz con mi novio portugués a mis intensos seis años, cuando llegó mi madre con las comisuras ladeadas hacia abajo como si dos anzuelos se las tiraran desde el piso y los ojos inyectados en futuras posibles desgracias de madre-con-hija extraviada. El noviazgo más fugaz del mundo; el primero de una larga saga que en ese instante ignoraba. Pero todo era alegre. La gente elegía el blanco en las camisas, sandalias y una flor en la cabeza o un sombrero. Los tambores marcando los latidos. También los desfiles nocturnos en los que me escapaba del palco adonde se sentaban a mirar mis padres y mi hermano. Salía de esa oscura habitación y bailaba con mujeres como pavos reales que desfilaban felices sacando la cola para atrás. Me regalaban sus joyas o me llenaban la cara de besos y mi rostro relucía con brillantina transpirada de otros. Me acuerdo regresando del centro comercial a tomar la merienda, antes de bañarme y despegarme la arena metida entre mis huecos. Mi hermano con su amigo Pablo todo el día en diabólico plan, disputándose el ránking de caprichos y chistes pesados. En mi memoria aparezco envuelta en la toalla de estreno con el perrito simpático sobre mi pecho y mi panza antes de entrar a bañarme. Doy vueltas, invento una coreografía languida a veces y saltarina por momentos. La toalla cae y vuelve a subir frente a mi público infantil. Mi cuerpo aterciopelado, durazno, el tatuaje de la malla dibujando la piel bronceada y la diferencia de la pálida. Canto "Brasil, lalalalá" y tapo solo la cadera, colgando la toalla del hueso de la ingle. Otra vuelta y mi culo perita expuesto a la platea para admiración de los que miran. Mi hermano dice hijadeputaboluda y sale corriendo a su cuarto. Pablo se queda y se acerca más. Extiende la mano con la intención de quedarse con la toalla, que vuela con mis manos huidizas de mariposa que se posan y aletean como si parpadeara, más que atraparme. Lo esquivo. Jugamos al torero y domadora hasta que los cachetes se ponen como tomates. "Vení Luli" Escucho el timbrazo materno. "Pero estamos jugando"- Le arrebato mi túnica y mientras bajo la escalera, un pájaro amarillo vuela desde la ventana en dirección a la playa. Pablo se escapa como un marido en infracción.

Todo vale en carnaval. Ese hombre vestido de mujer, el primer travesti que vi, tenía barba y un vestido de vieja de barrio oscuro y salpicado con florcitas . Marcaba el ritmo moviendo el pie como una hoja de afeitar oscilante. Con zapatos de cuero, los tacos vencidos y una media color piel rasgada por un camino que viajaba desde los testículos hasta el talón. Las mujeres carnosas de las scolas rebotando sus nalgas, los ecos de birimbao, los bailarines regalándome sus estándartes rojos y dorados, sus tocados de flores falsas, las pulseras fosforescentes.

Me seco la cara con la toalla y miro la hora. El perrito carpintero golpea un cubo de madera hasta que las astillas vuelan. Es tarde. Me voy al trabajo tarareando: Brasillll..la la lalalá....

FG

Fuente de la imagen: Fernanda Cohen


domingo, 4 de octubre de 2009

Los anti-Benvenuto (o cómo es mi familia)


Mi abuelo Martín va a cumplir 85. Es tan ateo que cuando pasa cerca de una iglesia le da picazón, odia la cebolla en la comida y es hincha de Vélez.
Hace dos años cuando lo entrevisté me contó que trabaja desde los 17 años y que, pese a que hoy tiene una economía bastante buena para un jubilado, él "siempre fue y será un proletario".
Sus manos son hábiles y simétricas, tiene el dedo índice tajeado, tal vez de cortar la carne para el asado o de serruchar maderas en su tallercito. Todos los días él y mi abuela cuidan a los mellizos pequeños de mi prima. Cuando habla de ellos con la sonrisa se le achinan los ojos y se pierden entre sus arrugas.

Si voy a visitarlo me preparo con el estomágo vacío para atiborrarme de Coca cola, pan (objetos preciosos que escaseaban en casa cuando era una niña), luego frutas, postres y chocolates. Sin solución de continuidad, nos movemos en bloque al calor de la cocina y tomamos unos mates y con ese mismo ritmo abrimos algún prodigio de las panaderías de Villa Santa Rita. O salimos al patio y miramos las plantas que cuidan como hijos, me muestra alguna modificación que McGyver octagenario porteño acaba de hacer en la casa, aunque mi abuela le ruegue a gritos que se quede quieto.

Si bien no siempre se da, o porque no estamos de humor o porque está mi prima charlatana, cuando somos pocos, en el living decorado por puzzles de miles de piezas que mi abuelo armó, se despacha como alguien a quien siempre me encanta escuchar. Sentados a la mesa, mientras comemos fideos cortados a cuchillo especialidad de mi abuela, Martín da su visión sobre la política nacional y todos aportamos nuestra voz y punto de vista a la discusión.

Esta vez me contaron que van a hacer un viaje con un grupo de jubilados pero que decidieron actuar de sordos y que vamos a ir porque ya sacamos los pasajes, qué si no! Los próximos compañeros de viaje, parecen ser ácerrimos menemistas declarados o algo que no sé si es peor o igual: macristas.
Acusan a Cristina de tener un pasado dudoso y de manejar la red de prostíbulos, contó mi indignado abuelo, quien en los últimos años se alineó al kirchnerismo, aunque doy fe: mi abuelo no tiene nada del cancherismo de los jóvenes K, que quede claro. Y, prosiguió: intenté explicar las razones de mi apoyo al Gobierno y también las cosas con las que estoy en desacuerdo, pero no pude llegar a nada.

En un momento, tras compartir otras anécdotas deplorables de esos jubilados violentos, uso una frase para definir que refleja por qué lo quiero tanto: "Además Florcita, son todos unos come-hostias increíbles "

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Que Ganesha nos ayude a liberar de paquetes y obstáculos el camino

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