Dale, no seas tímido!

Las noticias son buenas si vas a dar batalla pues lo quieras o no allá afuera hay una guerra, no sirve que te escondas ni que vivas rezando; cuando la muerte se alza siempre acaba encontrando. (GF)

Soy un collage de non.fiction y letras encriptadas

jueves, 2 de julio de 2009

aleccionadora aleccionada (sobre ruedas)


Hoy iba en bicicleta por la calle Seguí (y Lafinur) en uno de esos tramos en los que elijo ir a contramano porque llego mucho más rápido, no hay mucha gente y, porque sí! alguna rebeldía nos tenemos que permitir los bicivoladores de BA!
En eso, empiezo a pedalear por esa calle y veo: dos autos estacionados en segunda fila pero en distintas posiciones, imponiendome un zig zag. A eso se le suma que veo salir un auto negro, enorme, novísimo emergiendo de una cochera. Ante la peligrosidad de la situación que me imponía la falta de espacio, debo haber hecho un gesto aleccionador (soy una gesticuladora compulsiva) de tipo "fijate cómo salis sin tocarme ni a mi ni a mi bici" al conductor que salía de la cochera con su auto importado. Mientras se desenvolvía la breve acción, el señor, que no alcancé a identificar bien, bajó la ventanilla y me puso un grito que llegó hasta el Jardín Japonés. Su vozarrón me dedico un dulce: "estás a contramano imbécil!" no apto para las 9 de la matina de un día de 5° grados centígrados.
Esta ciclista se quedó más estupefacta por la reacción que por auto inculparse por ir al revés de los autos (vamos! estoy yendo por una calle "de barrio").

Como siempre me quedé pensando... (mi cerebro trabaja horas extras y no repara en gastos) ¿Cómo sigue su día una persona que se manda tal puteada a bajas horas de la mañana a una inofensiva ciclista en bicicleta de paseo? ¿Cómo termina su día? (muchas veces pienso esto cuando veo a otros automovilistas bajarse del coche con la mano levantada o el puño preparado y enfrentar a otro porque sus autos se tocaron).
También me imaginé al señor antes de salir de su casa peleándose con su platinada mujer porque le estaba tronchando la American Express dorada y también me acordé del Ingeniero del barrio de Flores que en su lustrosa mansión ayer mandó a guardar a su media-hija y a su mujer. Y seguí por las veredas, despacito, pidiendo permiso y esquivando soruyos de perro hasta llegar fresca, despabilida y aleccionada a mi trabajo.

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