Palabras escritas en el Subte

--escrito hace meses , releído ayer--

Me enamoro desde que soy mínima. O mejor, desde que soy casi visible como un grano de arroz.

El viento de la costa me invade. Me refresca. Se convierte en un tornado que se pierde por la punta de mis dedos mientras me diluyo entera en el vacío.

Ahora camino en cámara lenta atravesando la superficie lunar. Los tanques pesados en mi espalda me niegan su oxígeno. El cuerpo parece liviano. Puedo andar tranquila y me distraigo. Pero claro, un sólo momento de dispersión vale para que un elefante se sienta (siente) cómodo en mi pecho y me obligue llevarlo a pasear.

Y ya no puedo bailar. Son saltos, giros violentos. La suavidad se aleja. Soy un resorte desquiciado. Caigo en el piso con ganas de partir la tierra en dos, en miles de astillas desperdigadas en un granero abandonado. Quiero que se las lleve el viento para danzar otra vez. Con el peso de una pluma. Convertirme en una partícula que alguien, quizá, podrá alguna vez ver.