Dale, no seas tímido!

Las noticias son buenas si vas a dar batalla pues lo quieras o no allá afuera hay una guerra, no sirve que te escondas ni que vivas rezando; cuando la muerte se alza siempre acaba encontrando. (GF)

Soy un collage de non.fiction y letras encriptadas

lunes, 21 de diciembre de 2009

Danzando Lambada e




Cientos lo alentaban “¡Abuelo, abuelo!” y yo aplaudía tanto que las manos me ardían. Fue en un pueblo. Los hombres tenían pegadas las camisas a la espalda, las mujeres sudaban frentes y patillas. Tenía 12, era mi turno de viajar con mis abuelos a uno de esos rumbos a los que nunca llegan turistas y las damas se dan de narices con sus ex acompañados de sus nuevas novias a la vuelta de la esquina.

Por fin llegó la gran noche de la kermesse. Nos preparamos prolijitos y perfumados como solteros con una flor en el ojal. Pero sobre todo abiertos a lo bueno que la noche nos daría. Ellos compartieron un vino, me compraron un copo de nieve y me llevaron a jugar a alguno de esos juegos de ensartar un aro en un pato de hule.

La noche avanzaba a medio tono hasta que mi abuela no resistió la invitación del locutor: “nueve y media los esperamos a todos al Concurso de Lambada, los participantes inscribirse ahora, bienvenidos a la fiesta de Coronel Pringles”… Bastó un solo ¿Vamos Martín? para que los dos estuvieran primeros en la lista de los bailarines de la pegadiza canción.

Nadie daba mucho por la pareja del señor pelado y panza prominente y su mujer rubia y alta como una jirafa. A la primera ronda, los buenos observadores ya se habían fijado en los pasos risueños de Martín y en la destreza de Elda. En la segunda ronda los bailarines habían encontrado su yeite: mi abuelo le apoyaba la panza en un vaivén y parecía un señor embarazado apurando suave a su mujer. Más y más gritaban ¡abuelooo! Y me miraban cómplices.

Siguieron a puro ritmo brasileño hasta que las velas se derritieron y todo Pringles festejó los giros de la extraña pareja de la Capital. Hasta llegué percibir que la pareja contrincante amagó con tirar unos maníes al piso con intención de provocar el tropiezo. Pero Martín con su agilidad de joven de espíritu eludió esa trampa barata. Días después salimos en la pantalla de Pringles TV. El festejo fue, claro, con mate y pao de queijo.

FG

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