Difícil articular entre esa boca gigante y esos pómulos acolchonados, algodonados. Y más arduo aun, cuando Andy con su mirada insondable y su peinado ajustado se fija en tus ojos y te roba el oxígeno. Ni hablar cuando es la cámara genial de tu papá la que recrea con maestría su joya número tres.
Gracias por la magia, Sofia.
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