Palomas en Rayos-X

Voy a ver a mi tía al hospital donde trabaja. Nunca fui hasta ese día.
Estamos de repente en la sala de Rayos X y me dice “ponete ahí” así probamos la máquinas. En eso estamos examinando cómo luce mi cuerpo por dentro (el sólo hecho de ver mi estructura ósea siempre me impresionó -yo también soy un esqueleto como esos de los que cuelgan en los laboratorios-).
Lo primero que se oye entonces entre mis huesos es un tornillo que golpea en medio de esas paredes fósiles. Pero lo que más me impresiona es ver a esa paloma grisácea, que pestañea, plácida y completamente viva.
Recordé, claro!, que me había comido una paloma viva pero, a continuación, supuse que se moriría con el transcurso de los días más la comida y la bebida ingerida. Pero ahí estaba, sin embargo, paradita, entre mis costillas. Mirándonos con cara de asombrada. Y yo pidiéndole a mi tía “qué cualquiera y como sea me la saque de adentro”.