Oniris

Sueño que me tomo ascensores que suben por el vacío atados por cables dudosos y enredados. Son esos ascensores antiguos y enrejados, desvencijados como uno que tenía el edificio de mi amiga J-K cuando vivía en un mini depto sobre Av. Córdoba. Del estilo de ascensor en que Patricia Sarán se ponía el By Deep y mostraba el culo.
También sueño que apreto un botón y la cabina adquiere una velocidad inusitada y se pasa del piso al que quiero llegar o se cae como un derrumbe hasta el subsuelo. O me encuentro con el ascensorista pervert que te paseaba hacia arriba o abajo en el colegio secundario. Fui a un colegio en el que tenía que subir 10 pisos por ascensor para ir a clase. Había tres opciones de elevador para subir: en uno estaba Mari, una señora con muy pocas pulgas que si no le caías bien te gritaba y no te dejaba subir si eran más de 5 los viajantes, en la rush hour de la escuela (a eso de las 17) si no eras el elegido la querías matar. El rey del ascensor estaba en el del medio y, coincidencia!, era un señor de carácter fuerte y mala cara que se llamaba Gaby a quien alguna vez le saqué la lengua para recién después avivarme que en la planta baja había un espejo junto en frente del mismo.
Pero durante unas semanas trabajó un señor que siempre sonreía febril y que hablaba entredientes. Duró poco porque decían que "abusaba". A mí a mis 13 o 14 me tocó la mano libidinosamente, recuerdo. Pero nada más. Es cierto que eran unos viajes cortos y muy tensos si nos conducía ese señor de la mirada esquiva, subiendo o bajando entre esas cuatro paredes estrechas hacia esas alturas en donde recibí mi educación durante la adolescencia.