Las bests - 1

Con ella teníamos muchos juegos de párvulas desquiciadas. Uno, entre otros, tenía lugar en el paliere de entrada de su enorme casa "chorizo".
Sencillo, demorado y silencioso, aunque interrumpido por nuestras risitas y las carcajadas agudas y finitas de ella. Era barato y riesgoso, como casi todos nuestros entretenimientos de niñas de colegio privado y padres *copadosintelectualesexcombatientes* con historias en común.

Nos envolvíamos en una frazada vieja, metíamos nuestros cuerpitos de una década y jugabámos a desplazarnos, a tirarnos de una altura de tres escalones. Éramos dos en un gusano forrado en felpa, tropezándonos e intentando no dispersar con nuestros gritos a los pacientes de la psi-mami-psi.

Las tardes en Flores se nos pasaban agitando las alas, pero permanecíamos con nuestras polleras cuadrillé a tablitas. Las dos con la misma remera del extraño logo un árbol y un ave sobre el pecho.