Monos con navajas

Comenzas a relojear las agujas cuando alguien llega un poco más tarde.
Interrumpís cualquier actitud de relax o boludeo de tus compañeros,
Te volvés de plastilina.

Mostrás una sonrisa tonta en la superficie,
pero una estrategia astuta
anida en tus profundidades y comienza a erigirse...
Entonces, casi sin que te des cuenta, la camiseta con el nombre de la empresa se te pega al cuerpo.
Como si estuviese mojada.
Se vuelve tatuaje.
Te distancias de tus amigos y empezás a mirar todo desde la óptica
De ese escritorio...
Alejado,
Diferenciado.

Se borran tus valores,
estandartes inflados con detergente.
Y todo por una barata tarjeta personal, que ostenta un cargo.
Una chapita.
O por un celular reventado y con recarga instantánea y un plantel de motoqueros que, ahora sí!, tenés al alcance de tu teléfono cuando querés.


(Dedicado a todas aquellas personas que conozco, y que por un leve ascenso -y no de temperatura- sufren amnesia de todas sus viejas, lábiles lealtades.)